José Marchi Sus formas y Transparencias en OdA

José Marchi (Buenos Aires, 1957) no expone frecuentemente pero cada vez que lo hace es una invitación a detener la mirada.

Si volvemos a las épocas de sus inicios, su imagen decimonónica de escolares con guardapolvos blancos sentados en círculos unidos por hilos que atravesaban la imagen, ateliers de futuros artistas, hombres y mujeres vestidos a la usanza de la época frente a caballetes, cuadros tapados con lienzos, constituían una rareza y que según el artista, fueron tomados de fotografías antiguas.

Desnudos, tanto en grafito como en óleo, inspirados en el artista estadounidense Thomas Eakins, ejercicios sobre la luz, delicadas figuras femeninas vestidas de blanco, el recurso de la grisalla usado por los pintores del XIV cuando preparaban sus bocetos, lo muestran como un descubridor de secretos de antiguas técnicas.

Después apareció el fuego, inspirado en “Sacrificio”, póstumo film de Andrei Tarkovsky, serie en la que maestros y alumnos trabajaban sobre la representación de una casa en llamas, niños sentados en ronda alrededor de una llama en actitud hipnótica, obreros que prenden fuego a una colección de cuadros. Este fuego, ¿era premonitorio? Quizás el artista no quería quedar prisionero de una imagen que lo catapultó a ser reconocido o como alguna vez confesó que la obra es un signo de apertura a lo que acontece en el proceso.

Al entrar a la primera sala de su actual muestra en ODA, “Formas y Transparencias”, con curaduría de Mercedes Casanegra, Marchi vuelve, de otra manera, a esa imagen de un niño ante un pupitre, sentado en una silla roja o con pinceles, en tonalidades de azules intensos quebradas por el reflejo de una luminosidad también intensa que se introduce a través de una pantalla o ventana.

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